Violencia, trauma y reparación.

Violencia, trauma y reparación.

En los últimos tiempos se está visibilizando y concienciando cada vez más en la sociedad la problemática de la violencia de género: aparecen más noticias en los telediarios, hay más movimientos sociales que la condenan, existen más programas sociales de ayuda a las víctimas, concienciación de la población sobre la problemática, educación y prevención con jóvenes, formaciones específicas para profesionales para que atiendan a las víctimas, etc.

Desafortunadamente, la violencia ha existido siempre, no sólo la de género, sino también otros tipos de violencia: de padres a hijos, entre hermanos, en las relaciones laborales o incluso dentro de las instituciones, por poner algunos ejemplos.

A veces la violencia puede ser a nivel físico y otras veces a nivel psicológico; a veces es más brusca y otras es más sutil, pero en cualquier caso deja una huella en la persona que la sufre y tiene consecuencias nocivas en su vida, como por ejemplo: la activación  del miedo, la inseguridad, la desconfianza, aumentan los niveles de ansiedad, baja la autoestima, afecta al sueño y al apetito…en definitiva, mantiene a la persona en un estado de angustia y amenaza frecuentes.

En función de cómo haya sido el episodio de violencia sufrido (nivel de intensidad, duración del episodio o frecuencia) tendrá un impacto y unas consecuencias negativas diferentes para la persona.

La psicóloga Katherine Hudgins desarrolló hace unos 40 años un modelo de trabajo terapéutico para atender a personas que habían sufrido trauma (TSM- “Modelo Terapéutico en Espiral”). 

Desde este modelo identificaba que cuando se sufre un trauma se juegan tres roles principales en la situación: víctima, agresor y autoridad que abandona frente al daño. 

Se observó que la persona víctima de un  trauma o violencia, interioriza esos tres roles del trauma, de forma que empieza a funcionar en la vida desde cada uno de esos roles, dependiendo de la situación: 

  • Como víctima: se siente desvalida, dañada, pequeña y sin recursos para salir del daño.
  • Como agresor: puede dañarse a sí misma física (haciéndose daño) o psicológicamente (mediante la desvalorización, el desprecio, la falta de amor propio).
  • Como autoridad que abandona: dificultad para atender sus necesidades y darse los cuidados que necesita para vivir; o no pudiendo parar el daño que ejerce hacia sí mismo desde el rol del agresor.

Todos estos roles dejan a la persona en un  lugar de empobrecimiento afectivo y de sufrimiento intenso que es necesario atender y sanar.

Lo que estaría sucediendo es que la persona se queda emocionalmente anclada en la situación de daño en su vida cotidiana, a pesar de que el episodio de violencia ya haya terminado, ya que en situaciones traumáticas se produce una desconexión entre los hemisferios cerebrales derecho e izquierdo que dificultan diferenciar emocionalmente entre el pasado y el presente, y aunque en el presente no haya una amenaza real, la sensación vivida es de continuar amenazado por el daño del pasado.

Katherin Hudgins propone en su modelo de trabajo terapéutico un entrenamiento de la persona en otros roles que sean más adaptativos y la fortalezcan y empoderen, frente a la experiencia traumática, frente a su vida en general y de cara a su futuro.

Este modelo de terapia requiere de varias sesiones (dependiendo de la persona que se atienda y de la vivencia que haya tenido) y de la atención de un terapeuta especializado en la materia.

Aquí se exponen brevemente y a modo de descripción, el tipo de roles que se entrenan en el tratamiento para fortalecer y sanar a la víctima:

  • Rol Observador: es un rol que simplemente observa y describe las características de la persona. No se le permite hacer juicios, solo observa desde fuera. 
  • Rol Restaurador:
  • Personal: ayuda a desarrollar y señalar fortalezas y cualidades de la persona, para que pueda apoyarse en ellas y sentirse fuerte.
  • Interpersonal: ayuda a internalizar otras figuras de personas resilientes (que han tenido la capacidad de salir de situaciones difíciles y pueden aportar ayuda y apoyo).
  • Transpersonal: recurre a un valor superior (ejemplo: la bondad, el amor, la seguridad) para ayudar a dar otro significado al trauma vivido y colocarse en otro lugar frente a la vivencia.
  • Rol de Contención:
  • Doble Contenedor: es un rol que acepta y ama incondicionalmente a la persona, reconoce cómo se siente en el presente y ayuda a calmar y tranquilizar.
  • Doble Corporal: se utiliza cuando hay una mala relación con el cuerpo, para comprender qué trato necesita el cuerpo y cómo se le puede cuidar mejor.
  • Guardián de las Defensas: ayuda a identificar qué defensas se activan cuando hay angustia (disociación, consumo de tóxicos, autolesiones, etc) y a buscar alternativas previamente pactadas que sean más saludables para la persona.
  • Autoridad apropiada: consiste en un rol de autoridad que protege frente al daño y no tolera la violencia.

Es importante señalar que, además del entrenamiento en estos roles, es fundamental para la curación del paciente el vínculo seguro que se establece con el terapeuta, porque es la base de seguridad sobre la que se va a construir todo el cambio.

En la medida que se va avanzando en el tratamiento y en la interiorización de estos nuevos roles, es esperable que la persona se vaya sintiendo fortalecida, vaya activando sus recursos de superación frente al daño y pueda encarar la vida dando un nuevo significado a su vivencia traumática y seguir mirando a su futuro con esperanza.

Eva Lorenzo