El miedo a ser feliz

El miedo a ser feliz

La felicidad es algo que normalmente las personas anhelamos y deseamos en nuestra vida. A veces es un objetivo vital y caminamos tras ella, invirtiendo tiempo, dinero o esfuerzo “para ser felices”, en función de lo que cada uno entienda por “felicidad”.

Entonces, si es así, ¿cómo podríamos tener miedo a ser felices?, ¿cómo temer lo que más anhelamos? 

El miedo a ser feliz es quizás uno de los miedos menos reconocidos o conscientes del ser humano. Hay otros miedos mucho más fáciles de identificar, como el miedo al rechazo, al abandono, a lo desconocido, o a la muerte, por ejemplo. 

Pero el miedo a ser feliz… ¿ Quién se reconoce ahí?

En una ocasión, una mujer me dijo en consulta: “Eva, estoy muy bien… ¡tan bien que me da angustia!”. Nos reímos ante la aparente incongruencia de lo que decía… y después analizamos qué le estaba pasando: se sentía muy rara estando bien, no era habitual y le daba inseguridad porque no se reconocía en ese estado, era nuevo para ella.

Esta situación y otras que he vivido en la consulta con mis pacientes me han hecho reflexionar sobre cuales podrían ser los motivos para tener miedo a ser feliz (que incluiría: estar bien, con tranquilidad, serenidad, paz, alegría, ilusión… es decir, estados de bienestar)  y he llegado a estas conclusiones:

1.A veces es desconocido: las personas vivimos en contacto con el conflicto de forma habitual, ya sea a nivel interno o externo, y por eso es algo conocido para nosotros. Puede que convivamos con la intranquilidad, el malestar, o incluso con la angustia, pero al fin y al cabo es terreno conocido. Más de lo mismo. Y esto al menos da sensación de control.

Empezar a experimentar un estado diferente, en el que hay, por ejemplo, más serenidad o alegría puede sentirse como raro, nuevo, desconocido. Y el miedo a lo desconocido es algo muy ancestral en el ser humano. Por algo se dice: “Más vale malo conocido que bueno por conocer”: nos aferramos a lo conocido antes que a lo nuevo, aunque nos espere algo mejor. 

Quizás es un ejercicio de valentía y confianza empezar a permitirse estar en el mundo de otra manera, darse otro lugar y enfrentarse de una forma diferente a las situaciones y a las relaciones: recuperar la salud y la capacidad de estar bien con una misma y con los demás.

2. Amenaza el sentido de identidad: si se han vivido situaciones de conflicto significativas,  se puede llegar a confundir la identidad con estos estados.  

Al hacer trabajo personal esto puede ir cambiando:  una gran parte de la identidad está asociada a la historia personal y a veces a las heridas o a los roles del pasado. Esto requiere de hacer cambios progresivos para construir o descubrir una identidad con otros contenidos más sanos y actualizados al presente, al margen de los conflictos experimentados en momentos anteriores, que hayan marcado la identidad.

El tema del sentido de identidad es importante, ya que si ésta se ve amenazada, se puede conectar con el miedo a la muerte. Por eso los cambios se hacen de forma progresiva, a medida que se va tomando conciencia de lo que se ha vivido y de hacia dónde se quiere caminar. De manera que a pesar de estar en el mundo desde un lugar interno diferente, te sigas sintiendo “tú”.

3. No hay muchos referentes: Lo cierto es que la felicidad no es un estado permanente, son momentos… en realidad ningún estado es permanente, porque todo está en constante cambio. Según la Ley de la Impermanencia, lo único constante en el Universo es el cambio.

Pero a pesar de que los estados internos cambian, lo cierto es que el grado de resolución de los conflictos de las personas a veces no es muy alto. La mayoría de las personas sobrevive a los conflictos y con los conflictos, pero no siempre los resuelve internamente o con los demás.

A eso me refiero con que no hay tantos referentes… ni externos (en otras personas),  ni internos (experiencias propias).

Y caminar con pocos referentes da más inseguridad e incertidumbre: ¿cuál es el camino?, ¿por dónde hay que ir?, ¿quién me lo enseña?

Seguramente vale la pena recorrer ese camino de descubrimiento de nuevas formas de estar en el mundo, que supondría:

  • Conocer y ocuparse de las heridas del pasado y REPARARLAS . 
  • Reconstruir la identidad y RESPONSABILIZARSE de la propia vida. En la vida adulta ya no nos sirve echarle la culpa a otro. Cada uno es responsable de sí mismo y decide cómo vivir su vida y con quién. 
  • Afianzar en el tiempo los cambios que se hacen, poniendo en ello voluntad. 

Ser feliz, con total seguridad, pasa por atreverte a SER cada vez más TÚ MISMA:

Descubrirte.

Reconocerte.

Valorarte.

Quererte.

Disfrutarte.

Darte el lugar en el mundo que crees que te corresponde.

¡De lo primero que vale la pena disfrutar en la vida es de ti! 

Si no disfrutas de QUIÉN ERES…

¿Cómo vas a disfrutar de la vida? 

¿Cómo vas a SER FELIZ? 

Eva Lorenzo